Pedro Salazar de Mendoza (1549-1629) est l’auteur d’œuvres aussi nombreuses que variées. Descendant, par une branche bâtarde, du cardinal Mendoza, il compose en 1625 une chronique en hommage à son prestigieux ancêtre. Il est guidé dans le choix de cette forme par sa porosité générique. en effet, elle répond à l’exemplarité multiple du cardinal Mendoza en insérant, au fils du récit historique, un architexte qui réunit les sous-genres indiqués pour peindre les qualités intellectuelles, les vertus aristocratiques, politiques et bien sûr religieuses du personnage. Face au modèle d’exemplarité ecclésias- tique, concurrent et monolithique, représenté par Gaspar de Quiroga dans la Crónica de el gran cardenal de España, cette démultiplication de l’exem- plarité du cardinal Mendoza souligne l’attraction qu’exerce le politique sur la biographie ecclésiastique mais également sur toute l’histoire d’un lignage au sein duquel il constitue un important maillon. Par son refus de choisir entre un modèle spécifique d’évêque et celui de serviteur de la monarchie castillane, Pedro Salazar de Mendoza préfère soumettre l’inexorable flux chronologique de son œuvre à une segmentation à même de combiner les deux principales facettes du personnage biographié.
Pedro Salazar de Mendoza (1549-1629) es el autor de obras numerosas y variadas. Descendiente, por rama bastarda, del cardenal Mendoza, compone en 1625 una crónica en homenaje a su prestigioso antepasado. La propia porosidad genérica de esa forma lo guía en la elección de la misma. Responde, en efecto, a la ejemplaridad múltiple del cardenal Mendoza, permitiendo insertar en ella, a lo largo del relato histórico, un arquitexto que reúne los subgéneros idóneos para ilustrar las cualidades intelectuales, las virtudes aristocráticas, políticas, y religiosas por supuesto, del personaje. Frente al modelo de ejemplaridad eclesiástica, competidor y monolítico, representado por Gaspar de Quiroga en la crónica de el gran cardenal de españa, esta desmultiplicación de la ejemplaridad del cardenal Mendoza subraya la atracción que ejerce lo político sobre la biografía eclesiástica, y también sobre toda la historia de un linaje dentro del que representa un importante hito. Negándose a elegir entre un modelo específico de obispo y otro de servidor de la monarquía castellana, Pedro Salazar de Mendoza prefiere someter el inexorable flujo cronológico de su obra a una segmentación capaz de combinar las dos principales facetas del personaje biografiado.
Pedro Salazar de Mendoza (1549-1629) es el autor de obras numerosas y variadas. Descendiente, por rama bastarda, del cardenal Mendoza, compone en 1625 una crónica en homenaje a su prestigioso antepasado. La propia porosidad genérica de esa forma lo guía en la elección de la misma. Responde, en efecto, a la ejemplaridad múltiple del cardenal Mendoza, permitiendo insertar en ella, a lo largo del relato histórico, un arquitexto que reúne los subgéneros idóneos para ilustrar las cualidades intelectuales, las virtudes aristocráticas, políticas, y religiosas por supuesto, del personaje. Frente al modelo de ejemplaridad eclesiástica, competidor y monolítico, representado por Gaspar de Quiroga en la crónica de el gran cardenal de españa, esta desmultiplicación de la ejemplaridad del cardenal Mendoza subraya la atracción que ejerce lo político sobre la biografía eclesiástica, y también sobre toda la historia de un linaje dentro del que representa un importante hito. Negándose a elegir entre un modelo específico de obispo y otro de servidor de la monarquía castellana, Pedro Salazar de Mendoza prefiere someter el inexorable flujo cronológico de su obra a una segmentación capaz de combinar las dos principales facetas del personaje biografiado.
